viernes, 29 de mayo de 2009

Las Leyes de Carlos Bianchi

Ser simple y preciso

Una de las virtudes de Bianchi que más destacan sus dirigidos es su simpleza. Vale decir, su capacidad para darles indicaciones de manera llana y directa, sin llenarles la cabeza de conceptos extraños ni de varios pedidos simultáneos que solamente logran confundir al jugador. No por nada, de hecho, se ha dicho más de una vez que uno de los grandes méritos del Virrey consiste en “poner el inodoro en el baño y el horno en la cocina”, lo que sin dudas marca una diferencia radical con varios colegas suyos que, en su afán por explorar las posibilidades de la táctica y la estrategia, toman a menudo decisiones incomprensibles, con una marcada vocación por contradecir el sentido común y los más elementales principios futbolísticos.

Respetar para ser respetado

Para ser realmente escuchado por sus dirigidos, un líder debe antes ganarse su respeto. Y para eso, Bianchi también tiene una fórmula de la que nunca se aparta. “El respeto se gana respetando -dice-, igual que en una familia. Para que los hijos aprendan a respetarlo a uno, hay que respetarlos primero a ellos y a su madre. Si hay algo de lo que me puedo jactar, es de que nunca le falté el respeto a ningún jugador”.

Dentro de este mandamiento bianchístico estaría incluido otro que, según el técnico, cualquier conductor debe cumplir indispensablemente para obtener el respeto de sus subordinados: no mentirles. “Hay que hacerles comprender que uno es sincero, que les va de frente. No hay que dejar el mínimo resquicio para que desconfíen o nos puedan reprochar algo”, sentencia.

El Grupo ante todo

Si algo distingue a los planteles dirigidos por Bianchi es esto: todos sus componentes subordinan sus propios intereses a los del equipo, cuyo funcionamiento como tal se destaca por sobre cualquier individualidad. Y aquí también el efecto dominó empieza por el propio conductor, quien siempre se ha destacado por disponer planteos adaptando sus ideas a las características de sus jugadores y no intentando lo contrario como hacen muchos de sus colegas.

Él mismo ha remarcado varias veces la importancia de saber manejarse de acuerdo con los recursos que se tengan, partiendo de sus especificidades y diferencias e intentando armonizarlas en un todo en el que se potencien mutuamente.

En este sentido, igualmente -por no decir en general-, el mayor desafío del líder es hacer comprender a todos que los éxitos de las individualidades están sujetos al éxito del grupo, según Bianchi lo explica con otra declaración de antología: “La tarea de un técnico es elegir a los mejores y transformarlos en un equipo. Luego, el líder debe hacerles comprender a las individualidades que se tienen que poner al servicio del Grupo. Si una no lo hace, por más buena que sea se convierte en negativa”.

Predicar con el ejemplo

Según Bianchi, un líder debe ser consciente de que todo lo que diga o haga repercutirá en el ánimo del grupo a su cargo. Si asume la postura de estrella, haciendo declaraciones públicas con el objeto de venderse o mostrarse como el gran artífice de un determinado logro, será muy probable que alguno de sus dirigidos también lo haga, o empiece a pensar que él solo es más importante que todo el equipo de trabajo al que pertenece.

Algo parecido ocurrirá, dice el técnico, en caso de que después de algún logro el conductor se la crea y no se siga exigiendo esa dedicación permanente que debe tener hacia su tarea: “Si los obreros se relajan -señala- es porque el patrón se relajó. El que dirige es el que tiene que ir adelante. Yo conocí un presidente de un laboratorio que llegaba a las 7, porque los empleados llegaban a las 8”.

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