Laterales (o saques de costado)
Asi como el oceano se compone de infinitas gotas de agua, obtener un resultado positivo en cualquier deporte, y particularmente el que nos importa, el futbol, es la suma de muchos detalles. Pues bien, como el titulo lo anuncia, el tema de hoy son los laterales; todos los domingos, vemos como los jueces, especialmente el amigo Sanchez, cobran "mal sacado". Esto es, despues que algun jugador se rompe el que te jedi para ganarle la pelota a un rival, y pedir a gritos ante la duda: saca amarillo, saca amarillo !!!!, el juez nos concede el pedido, e inmediatamente el marcador de esa punta saca mal el lateral. Que sentido tuvo entonces ese titanico esfuerzo de su companero, que no solo peleo la pelota, sino que tambien tuvo que convencer al juez que ese saque de costado era a su favor! despues de sacar mal su companero, a este jugador se le viene la moral abajo, y en lo que reste del partido, no tendra muchas ganas de esforzarse para solo conseguir otro lateral.
Pues bien, entonces, sugerimos que aprendan y practiquen este tipo de jugadas, y para adornar el tema que nos ocupa, seguidamente pueden instruirse con un cuento muy bueno, intitulado "desde el lateral".
Desde el lateral
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Por Ariel Scher
El Hombre del Lateral era un futbolista que llevaba casi una carrera completa jugando por el costado de la cancha, exactamente "de lateral", y haciendo más que ninguna otra cosa la acción menos aplaudida del juego, o sea sacar laterales. El Hombre del Lateral sabía en qué consistía su rasgo extraordinario: en el fútbol, que lleva a los pies hasta en el nombre, él se especializaba en una jugada menor que se hace con las manos.
Era un jugador del montón, cuyo nombre no surgía rápido cuando alguien recitaba una formación de memoria. En general, se lo evocaba entre imprecisiones, apenas como "el lateral aquel...". Una noche se sintió con mérito: sacó un lateral medido que, tras seis pases, dos quites y un rebote, se convirtió en gol de su equipo. Cosa previsible, nadie nunca le rindió tributo.
Estaba visto que le tocaba pasar por el fútbol sin encumbrar hazañas. No obstante, una tarde cualquiera en la que había sacado unos treinta laterales, tuvo lo que jamás: una oportunidad de gol. No advirtió ni cómo ni por qué quedó dónde quedó, más lejos del costado que nunca y más cerca del arco que siempre. Tampoco entendió cómo a algún compañero se le ocurrió levantar la cabeza, enfocar hacia su cuerpo y pasarle la pelota. Pero así fue. La recibió mansa, la paró tranquilo y la pateó con el botín invadido de fuerza. Enseguida, abrió los ojos como quien llega a una ciudad desconocida y siguió el recorrido prohibiéndose el parpadeo. Al final, El Hombre del Lateral vio cómo la pelota avanzaba, desviada y sin solución, un metro y medio afuera del arco.
No se desconsoló. Pero cuando empezaba a volver a su sitio de costumbre, una voz enojada le partió el oído desde la popular. "Sos un desastre, andá a sacar laterales", escuchó que le decían entre la maldad y la furia. Fue mucho. No lo soportó. En un instante, abandonó su historia de composturas y comprensiones, aceleró hacia donde todavía yacía la pelota y la atrapó como con fiebre. Los compañeros, los rivales, el público y hasta el dueño de la voz enojada permanecieron tiesos cuando El Hombre del Lateral llegó, precisamente, hasta la línea lateral y elevó la pelota igual que en cualquiera de sus tantos saques, pero de espaldas al campo de juego. De cara a la tribuna, amagó con reventar con un lanzamiento furibundo a quien tuviera enfrente. Sin embargo, no hizo eso. Al contrario, bajo los brazos despacio, apoyó la pelota en el piso, se miró el mapa de callos que le cubría las manos y afirmó, casi gritando: "Lateral y a mucha honra". Luego, dejó la cancha, orgulloso de haber sido hasta ese día El Hombre del Lateral y listo para convertirse, desde allí y para siempre, en un hombre y nada más.
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